La Akedah en la tradición judía
Autor: Joel S. Kaminsky
Traducción: Ruth Iliana Cohan (Asociación Bíblica Argentina)
Los libros rabínicos e incluso pre-rabínicos -como el libro de los
Jubileos- sugieren que Abraham sorteó con éxito una serie de dificultades o pruebas, incluida la Akedah – la atadura de Isaac– que encontramos en Génesis 22. Sin embargo, muchos estudiosos y rabinos contemporáneos han argumentado que la intención de Abraham de sacrificar a su propio hijo es una demostración de que Abraham falló la prueba que Dios le había puesto, o que la aprobó justo antes de llegar a sacrificar a su hijo Isaac. Con frecuencia, el hecho de que Abraham no cuestione el mandato de Dios en Génesis 22 se contrasta negativamente con su enérgico desafío a Dios sobre el sufrimiento de los posibles inocentes de Sodoma en Génesis 18. La dificultad de esta lectura contemporánea, que tiene una visión negativa de las acciones de Abraham en Gen. 22, es que lo hace a expensas de la lógica y la coherencia de los textos bíblicos que hablan claramente de que Dios recompensa a Abraham por su disposición al sacrificio de Isaac, y de las grandes tradiciones judías y cristianas que surgieron de estos.
La liturgia judía, basándose en fuentes midrásicas tempranas, establece una estrecha relación entre la Akedah y Rosh Hashaná, el año nuevo judío. Vincula el sonar del cuerno del carnero (shofar) en Rosh Hashaná con el carnero que Abraham ofreció en lugar de Isaac y ve el sonar del shofar como una forma de recordarle a Dios la obediencia total de Abraham y en base a este gran mérito, el perdón a todos sus descendientes. De hecho, la lectura de la Torá en el segundo día de Rosh Hashaná, corresponde a Génesis 22.
De acuerdo con la tradición judía, el Rosh Hashaná es cuando Dios decide si otorgará a cada persona otro año más de vida y determina el tipo de año que percibirá cada individuo y también la comunidad de Israel en su conjunto; estos destinos se sellan diez días después en Yom Kippur. Así como Abraham e Isaac en la historia de la Akedah (en la tradición judía pos-bíblica se representa a menudo a Isaac como un adulto que da su consentimiento), durante este tiempo la comunidad se encuentra ante Dios y reconoce abiertamente que Dios tiene un reclamo final sobre sus vidas y que puede escoger ejercer ese reclamo en cualquier momento.
La tradición judía también reconoce que Dios extiende misteriosamente su misericordia, como cuando salvó a Abraham de sacrificar a su amado hijo Isaac. Así también nosotros, si nos libramos del juicio que de hecho merecemos por nuestros actos y se nos concede un año más de vida, nos pareceremos a Isaac poco después de estar al borde del sacrificio. La liturgia de Rosh Hashaná sugiere que estamos obligados a vivir la vida que recibimos para el próximo año al servicio de Dios quien, en un acto de misericordia injustificada, nos otorga un indulto celestial así como lo hizo con Abraham e Isaac.
Aunque podemos sentirnos incómodos con la noción del sacrificio humano, el texto bíblico utiliza este recurso para animar una convicción central tanto para el judaísmo como para el cristianismo: Dios tiene derecho absoluto sobre nuestras vidas y debemos vivir una vida orientada y dedicada a Dios.